Mendoza,30
de julio de 1823.
Querida
hija:
Después de tanto tiempo,
batallando por la independencia de los pueblos de América, he regresado a
Mendoza, disfrutando de un merecido descanso. No dejo de pensar en vos, por eso
me he puesto a escribir estas líneas, que espero que tu abuela, Doña Tomasa, te
las lea, pese a estar tan enojada conmigo por mi ausencia, cuando tu madre
estuvo enferma. Espero que puedas perdonarme y que recuperemos el tiempo
perdido.
Me es muy difícil poder
ir a tu encuentro, ya que la situación en Buenos Aires es compleja. Rivadavia,
en su campaña en mi contra, no me permite a hacerlo. No pueden hoy, entender,
que yo no me quiera involucrar en los asuntos internos. Jamás lucharía contra
mis compatriotas, el enemigo se encuentra afuera. Espero, que con en el paso de
los años, puedan entenderlo.
Esperaré un tiempo a que
se calmen las aguas allí, y prepararé mi viaje para nuestro reencuentro. Tengo
planeado poder irnos a Europa, con el deseo de que puedas tener una educación como yo la he tenido. Ojalá, Francia nos abra
sus puertas, pese a haber luchado contra Napoleón.
Para finalizar estas
líneas y pidiendo nuevamente tu perdón, espero que puedas entenderme y
recordar: amar a la patria y a la libertad sobre todas las cosas.
Te saluda atentamente,
Tu padre, el General Don José de San Martín.
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